jueves, 2 de abril de 2009

El capitalismo, su crisis y sus fieles

En los medios de comunicación, en la prensa, en la radio, en la calle, en cualquier situación, solo se oye hablar de crisis, llegando al hecho de que ésta es la culpable de todos los males de la vida cotidiana, que no solo se nombra para denominar cualquier consecuencia real de ésta, sino que se utiliza ante cualquier problema. Podríamos decir que basta con que aparezca el más leve contratiempo, como para atribuirle todas las culpas y errores, pero lejos de esta generalidad, en este caso, el culpar a la crisis de casi todos los males puede ser un acierto.

La crisis que presenciamos en la actualidad, lejos de apaciguarse, se desarrolla cada día que pasa. Esto es debido a que el hecho de estar causada por la especulación y negligencia del mundo financiero y el de la construcción (base del capitalismo y base de economías estatales), afecte a todos los sectores subyacentes. Es a partir de aquí cuando los países afectados entran en recesión, que según su gravedad alcanza el estado de crisis, dependiendo de la severidad de ésta se padecerá deflación o lo que es igual, exceso de producción que el mercado no es capaz de consumir. Es aquí donde la base del sistema capitalista, el bucle de producción-consumo se empieza a desmoronar, se destruye del proceso productivo, lo que conlleva a la eliminación de millones de puestos de trabajo y por lo tanto el consumo se retrae. Siempre en este orden.

En las últimas noticias podemos ver que el estado español empieza a estar en deflación, lo que significa que el país está sufriendo una caída prolongada de los precios, producida por la disminución del consumo, causa y efecto de la recesión. El continuar prolongadamente en esta situación podría desembocar en lo que se conoce como depresión, lo que significaría llegar al profundo e histórico punto del crack de 1929 en EE.UU.

Los ciudadanos que vivimos en un sistema democrático representativo, en el que mediante promesas, un número reducido de personas, es elegido por medio de votación, con el fin de representar a todo un pueblo, nos situamos a expensas de las gestiones de los gobernantes. Esto quiere decir, que el pueblo deja en manos de terceros sus propias responsabilidades. La responsabilidad de que nadie debe decidir por nadie o nadie puede ser libre por nadie.

Haciendo un ejercicio de análisis con respecto a la situación global que existe entre los humanos semejantes, el entorno natural, la producción mercantil, los valores humanos, etc. podemos observar que el sentimiento de estar viviendo mejor, es solo aplicable a la menor parte de la población, por no hablar de la falsa libertad que nos venden en los sistemas democráticos. Es decir, los representantes políticos, responsables de gestionar los recursos para una vida “mejor”, demuestran con sus repetitivos fracasos, que nos estafan día a día con sus promesas de salón.

Los representantes políticos, así como los sindicatos mayoritarios, siguen aprobando las ayudas a empresas privadas con dinero público, además de seguir rechazando la huelga general. El sistema les da de comer, les ofrece sillones confortables, bolsillos muchos más llenos, libre manipulación para sus intereses ¿cómo no van a seguir en esa línea? Por lo general, el representante del pueblo impone leyes, decide sin estar en el lugar de los hechos y por norma, suele estar en mejores circunstancias que el representado, no obstante, el pueblo fiel a la utopía, vuelve a votar a los mismos que lo estafaron. Bonito ejemplo de responsabilidad para las generaciones futuras.

El sistema capitalista, conformado por todos sus mecanismos, nunca puede llegar a funcionar de manera democrática, de hecho, hablar de capitalismo y democracia sería estar hablando de antónimos entre sí. Se trata de un sistema deshumanizador, opresor y represor, creador de leyes que legalizan el asesinato, las guerras, definiendo en su propia terminología, autor del terrorismo de estado. Obliga al ser humano a vivir indignamente, miserablemente, al margen de la cultura, del medio ambiente, del humanismo más básico, del sentido común y lo sumerge en la ambigüedad más total, mediante grandes dosis de ignorancia, lo que supone una perfecta estrategia para ejercer la violencia de unos pocos, los poderosos, contra la inmensa mayoría, los pobres, los explotados.

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